viernes, 27 de noviembre de 2009

CONSTRUIR ALTERNATIVA DE PODER



Juan Andrés Lagos
Miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de Chile
Jefe de la Campaña Comando de Arrate

La izquierda chilena, la que representa Jorge Arrate, es históricamente republicana, democrática y socialista. Las caricaturas, estereotipos y prejuicios atávicos no han podido matar ese ethos. Ni el genocidio, ni el terrorismo de Estado, ni la caída de los muros, y menos un efímero y prematuro período epocal posmoderno y neoliberal, han logrado hacer desaparecer esta historia de raíces profundas, desde la cual se construye futuro.

La izquierda chilena es Recabarren, Víctor, Clotario, Violeta, Pablo, Gladys, Salvador, Carlos, Miguel, Gabriela, Rodrigo, Manuel, Lautaro. Entronca con los pueblos originarios y con la construcción del Estado nacional chileno, pero lo hace desde la condición plebeya, desde abajo y con una fuerte impronta de tradición obrera y popular.

Con un programa de gobierno que ya se instaló en la campaña presidencial de Gladys Marín, que se enriqueció en la de Tomás Hirsch y que tomó en sus manos Jorge Arrate, tras una asamblea nacional con dos mil delegados, esta izquierda propositiva sostiene, sin tapujos, la urgente necesidad de superar el neoliberalismo y el capitalismo salvaje. Y lo hace junto y desde los movimientos sociales y las fuerzas socio-políticas de cambio.

Esta es la realidad.

Hoy esta izquierda batalla para romper la exclusión impuesta desde Pinochet. La derecha política, la de Piñera, en el período de Michelle Bachelet, negó incluso una reforma menor al sistema binominal que habría posibilitado la elección de candidatos comunistas y de la izquierda. El pacto instrumental Concertación-Juntos Podemos Más, honra a ambos conglomerados en un propósito democratizador. Es lógico y esperable que esa derecha trate de estigmatizar y odiosamente descalificar este pacto instrumental. Lo ha hecho en toda la historia republicana y apeló en su momento al terrorismo de Estado.

El actual entendimiento entre la izquierda y el centro político puede sorprender, pero no es inédito. En la lucha contra la dictadura, el pueblo allendista y el pueblo freísta dieron muchas batallas comunes, desde sus diferencias. Lo que llama la atención es que un sector que se autodefine «progresista y liberal» también descalifique este intento democratizador.

Es en este contexto que Jorge Arrate ha lanzado la propuesta de Acuerdo Mínimo: un planteamiento propositivo, que arranca de un clamor popular. Sí, efectivamente, es para impedir que la derecha, con mano ajena, llegue a La Moneda. Pero es también un llamado estratégico y unitario cargado de futuro: ¡Para una nueva Constitución Política! ¡Para empujar todos, ahora, la batalla para romper la exclusión y que la izquierda llegue al Parlamento! ¡Para asumir el Pliego de los trabajadores chilenos que levanta la CUT!

Ciertamente, Chile no termina con la derecha en el gobierno.

Pero con la derecha en La Moneda, todo será más duro y difícil para los excluidos, para las comunidades mapuches, para quienes viven de su trabajo y su salario, para los jóvenes y las minorías. El comportamiento de la derecha en el período dictatorial y luego su actitud en el Parlamento así lo demuestran. Y no es menor lo que puede ocurrir con las relaciones internacionales, dando la espalda a los procesos de emancipación en el continente.

La propuesta formulada por el mejor de los candidatos presidenciales se hace precisamente para seguir construyendo izquierda y mirando el interés de las mayorías. Por eso es a las otras dos candidaturas presidenciales, no a una. Es imposible tergiversar su sentido.

La izquierda chilena ha mostrado su generosa vocación política. Y por esa actitud incidirá en primera y en segunda vueltas. No tiene contradicciones político-existenciales, porque ningún voto de esta izquierda irá a la derecha. Más ciudadanos saben y se dan cuenta de que votar por Arrate en primera vuelta es un voto de futuro, de incidencia política real.

Apelamos a una actitud de generosidad democrática. La prepotencia, el engreimiento, la descalificación y la autorreferencia no son buenas compañías cuando se busca una construcción de verdad unitaria, desde la izquierda y el campo democrático.